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domingo, 26 de octubre de 2008

Domingo. El mandamiento del amor. Mt 22,35-40

Un fariseo, maestro de la ley, para tenderle una trampa, le preguntó:
-Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley?
Jesús le dijo:
-'Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente'. Éste es el más importante y el primero de los mandamientos. Y el segundo es parecido a éste: 'Ama a tu prójimo como a ti mismo'. De estos dos mandamientos pende toda la ley de Moisés y las enseñanzas de los profetas.
Mt 22,35-40
Mateo presenta la situación como una prueba mal intencionada contra Jesús. Los judíos, en aquella época, deducían multitud de normas y mandamientos a patir de la Ley y de otras tradiciones. En total sumaban 613, y no era que los rabinos se preocupasen por jerarquizarlos, y se preguntasen, por tanto, cuál es el más importante.
Pero Jesús no responde como otras veces a otras pruebas, con evasivas o respuestas que cambian la propia pregunta (recordemos, por ejemplo, el evangelio del domingo pasado). Mateo presenta aquí a Jesús como un maestro. No como un maestro académico de universidad, claro, que eso no existía por entonces, sino como un maestro de vida. Y es que Mateo es un auténtico catequista, que disfruta enseñando de forma organizada.
Lo primero que sorprende de la respuesta de Jesús es que no sepa matemáticas: le preguntan por el mandamiento más importante, sólo por uno, y el responde con dos. ¿Por qué hace esto? La respuesta trae una clave importante para entenderlo: Porque no existe el primer mandamiento sin en segundo, porque sólo con el primero la respuesta quedaría coja, limitada, le faltaría algo. Y es que el mandamiento principal es doble: Amar a Dios y al hermano forman un todo. Ya nos dice la primera carta de Juan que 'quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve'; y también no lo quiso recordar Santiago en su carta de forma insistente.
A Dios no le valen los amores de teoría. Amar a Dios puede ser tremendamente fácil, porque Dios nunca te va a pedir para llegar a fin de mes, porque no lo verás arrastrando su enfermedad, ni huele mal, ni te importunará de ninguna manera... A no ser que, como nos dirá el propio Mateo en su capítulo 25, seamos capaces de descubrir en las personas que pasan a nuestro lado la presencia de Dios mismo, y nos lancemos a amarle visitando a los enfermos y encarcelados, dando de comer a los hambrientos y de beber a los sedientos, cuidando a los que lo necesiten y siendo generosos con nuestro bien más preciado (que no es el dinero, por mucho que digan, sino el tiempo).
Entonces descubriremos que, de verdad, el doble mandamiento es uno solo, porque el amor se desbordará hacia Dios y al prójimo por igual y en los mismos gestos de cariño y donación.
Feliz domingo.

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