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domingo, 30 de agosto de 2009

Domingo 22º: La belleza está en el corazóooooon

Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23

Se reúnen junto a él los fariseos, así como algunos escribas venidos de Jerusalén. Y al ver que algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es decir, no lavadas (es que los fariseos y todos los judíos no comen sin haberse lavado las manos hasta el codo, aferrados a la tradición de los antiguos, y al volver de la plaza, si no se bañan, no comen; y hay muchas cosas que observan por tradición, como la purificación de copas, jarros y bandejas). Por ello, los fariseos y los escribas le preguntaban:
-¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los
antepasados, sino que comen con manos impuras?

El les dijo:
-Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, según está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres. Dejando el precepto de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres.

Llamó otra vez a la gente y les dijo:
-Oídme todos y entended. Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre.


Cierto como el sol
que nos da calor
no hay mayor verdad
la belleza está
en el corazón.


Así dice la canción de la famosa película "La Bella y la Bestia" en versión Disney. Y no está lejos el mensaje de este cuento con el del evangelio de hoy. Sólo hay una diferencia: los de Disney parece que no se lo creen. Para el mundo de la imagen, la única forma de expresar la belleza es el exterior. Por eso, al final de la misma película (siento estropearos el final) el príncipe vuelve a ser el príncipe y... ¿os habéis fijado cómo lo dibujan? ¿Es feo? ¿Entonces la belleza sí está en el exterior?

La cuestión de la importancia de lo interno y de la relatividad de lo externo aparece milenios antes de la película, e imagino que en todas las culturas habrá algún relato o refrán que saque el tema. Lo que llama la atención es lo fácil que nos unimos al concepto (casi todo el mundo está de acuerdo en que "no se puede juzgar por apariencias") y lo difícil que es llevarlo a la práctica (¿Cuánto tiempo, dinero, esfuerzo y preocupación dedicamos a cuidar nuestra imagen? ¿Es proporcionado con la importancia que decimos darle?).

Para Jesús la cuestión va todavía más allá. No sólo en el juicio externo que alguien puede hacer a otro, sino en el fundamento para hacer ese juicio, que son las "tradiciones", los "preceptos de hombres" -según la traducción que aquí leemos- que significa: "preceptos que las personas nos hemos inventado al margen de Dios". Normas, criterios e imposiciones que nosotros nos damos a nosotros mismos y que sirven para discernir quién pertenece a mi grupo y quién no, quién "es de los míos" y quién es enemigo.
Que nadie crea que está libre de ese peligro, porque los que más reniegan de las "tradiciones recibidas" tienen también sus propias "tradiciones" (quizá con otros nombres). El mundo de la imagen que decíamos antes, por ejemplo, sobre todo dirigido a los jóvenes, utiliza muchas veces el lema de "sé tú mismo", "que no te digan lo que tienes que hacer o pensar", etc. Precisamente en la publicidad que para lo único que sirve es para imponernos una forma de hacer, de pensar y de comprar.

El evangelio de hoy nos ofrece también un criterio para distinguir entre las falsas apariencias: el interior de la persona se expresa en sus actitudes ante la vida, en las acciones que le salen de dentro.
La clave para "purificarnos" por dentro es volver a la Palabra de Dios (por eso cita al profeta Isaías), reconocer la autenticidad que él mismo pretende formar en nosotros, y acudir a él que puede renovarnos.

Alguien dijo una vez: "Sé transparente, para que los demás veamos maravillas", las maravillas que Dios ha hecho, y sigue haciendo, en ti.


PD. Que nadie entienda que Jesús niegue que haya que lavarse las manos antes de comer, ¿eh? ;-)

domingo, 23 de agosto de 2009

Domingo 21º: ¿También vosotros queréis marcharos?

Juan 6,60-69

Muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron:
-Este modo de hablar es inaceptable, ¿quién puede hacerle caso?
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo:
-¿Esto os hace vacilar?, ¿y si viérais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es quien da vida, la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son Espíritu y son vida. Y con todo, algunos de vosotros no creéis.
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo:
-Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede.
Desde entonces muchos discípulos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce:
-¿También vosotros queréis marcharos?
Simón Pedro le contestó:
-Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.

Hoy no os voy a presentar un comentario. Creo que leyendo y releyendo la última frase, la intervención de Pedro, podemos llenar un buen rato de oración.
Interiorizar la actitud de Pedro y compararla con los discípulos que se echan atrás puede ser un ejercicio de oración saludable y purificador.

Lo que os lanzo hoy es más que nada una pregunta. La experiencia de Jesús no es muy distinta hoy en nuestra Iglesia, en nuestras comunidades cristianas. Sólo que el evangelio nos la presenta con claridad (unos se van, otros -pocos- se quedan).
Hoy estamos viviendo una época de ambigüedad. Bastantes se van -algunos echando pestes y otros simplemente escurren el bulto-, unos pocos se quedan, convencidos -con mayor o menor acierto, pero convencidos-, y una masa poco definida de gente está como si estuviese pero como si que no -yo me entiendo.
Como ejemplos voy a citar unos pocos que conocemos todos, pero no son los únicos:
- Los que nunca van a misa, pero mandan a sus hijos a hacer la primera -y seguramente última- comunión.
- Los jóvenes que deciden libremente hacer la confirmación, pero que tienen clarísimo que no les interesa volver a pisar la Iglesia (ni los locales juveniles o de cáritas como voluntarios) hasta la boda.
- Los que se casan por la Iglesia sin saber muy bien por qué...

Algunos dicen que todos estos no son más que hipócritas. Por tanto, lo lógico sería hacer como Jesús, hablarles claro y presentarles las exigencias del ser cristiano para que se marchen. Pero la cosa no es tan sencilla.
Por ejemplo, yo he hecho el ejercicio de hablar claro a grupos de chavales que quieren hacer la confirmación. Y ellos, después de escucharte, se callan, pero siguen en sus trece: sí quieren confirmarse pero no quieren comprometerse a nada. Las dos cosas las tienen claras. Si los catequistas hubiésemos decidido que algunos del grupo no se confirmasen, nos hubiesen tachado de dictadores, discriminadores y de no ser ejemplo de la misericordia de Dios que acepta a todos. Además, hubiésemos tenido serios problemones con los padres. Así que, nada, a confirmarse todo el mundo y si te he visto no me acuerdo.
El caso es que estos jóvenes sí sienten una verdadera atracción por el mensaje de Jesús; sí tienen auténtica voluntad de seguirle, y su fe, aunque no muy fuerte, existe ciertamente.

Otro ejemplo, una pareja joven vino a la parroquia para casarse. Llevaban años viviendo juntos sin mayor problema. Ni les interesaba integrarse en ninguna comunidad cristiana, ni colaborar en nada, ni siquiera hacían el esfuerzo privado de rezar (quizá sólo se acordarían de santa Bárbara cuando tronase). Sin embargo, habían decidido tener hijos y querían casarse antes de eso. Me llamó mucho la atención. Para ellos el matrimonio por la Iglesia sí significaba algo -un "algo" muy ambiguo, pero real-, significaba un cambio de situación, su vida en común sería idéntica antes y después, pero querían estar casados antes de tener hijos. Como si el "estar casado" fuese un "plus", un estar "más casado".

¿Cuál tendría que ser nuestra respuesta ante esos casos? Ponerse legalista es lo fácil: Nada de confirmación hasta que no demuestres que te interesa pertenecer activamente a una comunidad cristiana (que es lo que significa confirmarse).
Nada de boda por la Iglesia hasta que no demuestres lo mismo (que para eso está la boda por lo civil, tan válida como cualquier otra).

¿Sería ésta la respuesta de Jesús? Porque él acogía y comía con pecadores, pero aquí no estamos hablando de la acogida, que debemos dar a todos, sino de la coherencia. También Jesús dijo a más de uno y una: Vete y no peques más. También Jesús planteó exigencias duras y fue rechazado (como en el texto de hoy, o en el del joven rico).

A mí me resulta muy difícil dar respuesta a estas preguntas. Quizá en teoría es más fácil: hay que hacer que esas personas sean conscientes de la opción que toman. Pero en lo concreto, cuando te vienen al despacho a pedirte la boda o la confirmación, o la bendición del agua bendita, o el rosario de fátima... ¿qué les dices? ¿Cómo desmuestras al mismo tiempo la misericordia de Dios, la acogida y la verdad de la exigencia de Jesús?

¿Tenéis algunas respuesta a esto? ¿O algunas preguntas?

domingo, 16 de agosto de 2009

Domingo 20º: "Carne"

Juan 6,51-58

Dijo Jesús a la gente:
-Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan, vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo.
Disputaban los judíos entre sí:
-¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?
Entonces Jesús les dijo:
-Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come, vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres que lo comieron y murieron: el que come este pan vivirá para siempre.

-Oye Juanito, ¿qué haces? Te veo muy concentrado.
-Es que estoy dándole vueltas a un discurso de Jesús que estoy escribiendo.
-¿Pero Jesús dijo eso exactamente?
-Bueno, no lo dijo así, con estas palabras griegas. Él hablaba en arameo y con historietas del campo, que los que estábamos allí entendíamos, pero en mi comunidad hay problemas nuevos, distintos. Además, yo quiero poner en palabras lo que Jesús nos dijo con sus gestos, con sus motivaciones de fondo...
-¿Lo que decía hasta con su "lenguaje corporal"?
-Algo así, aunque esa expresión no se ha inventado todavía, que estamos a finales del siglo primero. Lo que yo quiero escribir más que lo que Jesús dijo, es lo que él "quería decir" en el fondo.
-A ver, a ver que lea un poco... "el que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él..." Vaya, es difícil de entender.
-¿Seguro que no lo entiendes? Piensa un poco.
-Bueno, se me ocurre pensar que está hablando del que se une a las ideas de Jesús, de los que son sus seguidores, ¿no?
-Algo así.
-Entonces, ¿por qué no escribes: "el que se una a mis ideas y participa de ellas será mi seguidor". Así se entiende más.
-Mmmmm, porque eso que has dicho se me queda corto. Hay algunos en la comunidad que han oído hablar de los grupos "gnósticos", que dicen que llegan a salvarse por el "conocimiento", que lo único que vale son las "ideas". Pero yo sé que Jesús no decía eso. Las ideas tocan sólo el "coco", el intelecto, la mente; en cambio, Jesús quería tocar a la persona entera.
-Por eso usas la metáfora de la "carne"...
-Claro. Hay mucha gente a la que Jesús le "cae simpático", que le "mola" Jesús por las cosas que decía, y cómo acogía a los pecadores; pero todo eso no basta. Jesús nos llamaba a mucho más.
-¿Pero no te parece muy fuerte eso de "comer su carne"?
-¡No creo que haya nadie tan ignorante como para entenderlo al pie de la letra!* Lo que quiero decir es que la vida entera, con nuestras ideas por un lado, pero también con nuestros sentimientos y emociones, con nuestra riqueza y pobreza, con nuestra fuerza y debilidad (la carne) con todo lo que somos, sentimos y vivimos queda tocado, renovado, transformado por Jesús. Quien entra en contacto con Jesús no deja un solo poro de su piel ajeno a la vida nueva que recibe. Por eso hablar de las "ideas que Jesús" me resultaba tan simplón, por eso he escrito que Jesús nos da la vida y me ha sabido a poco, por eso he buscado las palabras más viscerales que he encontrado: "carne" y "sangre". Además, el mismo Jesús en la última cena sí usó las palabras "cuerpo y sangre".
-¿Y eso que has escrito de: "Yo vivo por el Padre, del mismo modo, el que me come vivirá por mí"?
-Eso es lo más grandioso que quiero expresar, pero sé que siempre me quedo corto. Jesús no era simplemente uno más, vivía tan en unión con Dios, porque venía de Dios, que era uno con Dios. Pero lo más impresionante es que lo que quiere es que nos unamos tanto a él que nosotros mismos vivamos en unión con él y, por tanto, con Dios mismo. ¿No es maravilloso?
-No sé si lo entiendo.
-Bueno, yo tampoco llego a comprenderlo del todo... ¿te acuerdas de la tercera página del génesis?
-¿La de la serpiente?
-Sí. ¿Sabes cómo tienta la serpiente a los seres humanos?
-Diciéndoles que "serán como dioses".
-Exacto. Pues precisamente eso que los hombres querían arrebatarle a Dios (ser como dioses), es lo que Dios mismo quiere regalarles. Pero claro, no es lo mismo arrebatar algo que recibirlo agradecido de alguien que te lo regala por amor. ¿No crees?
-También porque Adán y Eva (que son símbolo de todos nosotros) creían que ser como dioses era mandar sobre todo y hacer lo que les diese la gana.
-Claro, y en realidad Jesús nos enseñó que "ser como dioses" es "ser como Jesús", es decir, "dar la vida por los amigos", hasta la última gota de sangre... ¿Comprendes ahora por qué necesito palabras tan chocantes, tan profundamente humanas, tan viscerales?
-Lo voy intuyendo un poco...
-Lo que Jesús nos transmitió es tan radicalemente nuevo y distinto que en el lenguaje humano no hay forma de expresarlo con exactitud. Ni siquiera en el lenguaje poético más arriesgado.
-Quizá la forma mejor de expresarlo sea vivirlo...
-Eso seguro.


*En esto Juanito se equivocó un poco. Una de las primeras críticas que los romanos nos hicieron a los cristianos fue la de antropofagia. Mezclaron los relatos del nacimiento del niño Jesús con las frases de Juan y nos acusaban de comernos a los niños. ¡Con lo fácil que es preguntar! Aunque es normal criticar lo que no se conoce. Vamos, como nos sucede hoy mismo.