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domingo, 31 de mayo de 2009

Domingo: Pentecostés

Del evangelio según san Juan 15,26-27

Dijo Jesús a sus discípulos:
-Cuando venga el Defensor, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.
Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.


(Os dejo hoy el comentario que José Antonio Pagola publica en eclesalia.net)

Ven Espíritu Santo. Despierta nuestra fe débil, pequeña y vacilante. Enséñanos a vivir confiando en el amor insondable de Dios nuestro Padre a todos sus hijos e hijas, estén dentro o fuera de tu Iglesia. Si se apaga esta fe en nuestros corazones, pronto morirá también en nuestras comunidades e iglesias.
Ven Espíritu Santo. Haz que Jesús ocupe el centro de tu Iglesia. Que nada ni nadie lo suplante ni oscurezca. No vivas entre nosotros sin atraernos hacia su Evangelio y sin convertirnos a su seguimiento. Que no huyamos de su Palabra, ni nos desviemos de su mandato del amor. Que no se pierda en el mundo su memoria.
Ven Espíritu Santo. Abre nuestros oídos para escuchar tus llamadas, las que nos llegan hoy, desde los interrogantes, sufrimientos, conflictos y contradicciones de los hombres y mujeres de nuestros días. Haznos vivir abiertos a tu poder para engendrar la fe nueva que necesita esta sociedad nueva. Que, en tu Iglesia, vivamos más atentos a lo que nace que a lo que muere, con el corazón sostenido por la esperanza y no minado por la nostalgia.
Ven Espíritu Santo y purifica el corazón de tu Iglesia. Pon verdad entre nosotros. Enséñanos a reconocer nuestros pecados y limitaciones. Recuérdanos que somos como todos: frágiles, mediocres y pecadores. Libéranos de nuestra arrogancia y falsa seguridad. Haz que aprendamos a caminar entre los hombres con más verdad y humildad.
Ven Espíritu Santo. Enséñanos a mirar de manera nueva la vida, el mundo y, sobre todo, a las personas. Que aprendamos a mirar como Jesús miraba a los que sufren, los que lloran, los que caen, los que viven solos y olvidados. Si cambia nuestra mirada, cambiará también el corazón y el rostro de tu Iglesia. Los discípulos de Jesús irradiaremos mejor su cercanía, su comprensión y solidaridad hacia los más necesitados. Nos pareceremos más a nuestro Maestro y Señor.
Ven Espíritu Santo. Haz de nosotros una Iglesia de puertas abiertas, corazón compasivo y esperanza contagiosa. Que nada ni nadie nos distraiga o desvíe del proyecto de Jesús: hacer un mundo más justo y digno, más amable y dichoso, abriendo caminos al reino de Dios.

sábado, 30 de mayo de 2009

HIMNO AL AMOR: 1 Cor 13 (3ª de 6)

EL HIMNO AL AMOR

Los cristianos de Corinto tenían algunos problemas que Pablo quiere que corrijan enviándoles la carta. Uno de los principales era su falta de unidad, de cercanía entre todos los miembros de la comunidad. Había grupos de cristianos que no compartían las mismas ideas, e incluso acusaban a los otros de estar equivocados. En sus discusiones, algunos decían que eran fieles a Pablo, otros que preferían seguir la enseñanzas de otro evangelizador, llamado Apolo, y así la reconciliación entre los distintos grupos se hacía cada vez más difícil.
Uno de los motivos de discusión eran los «carismas» de cada grupo. En las Iglesias primitivas, en las que no había tanta organización como ahora, las distintas tareas de la comunidad se repartían entre todos. Algunos hablaban en nombre de Dios, es decir, interpretaban lo que sucedía a su alrededor, buscando tomar decisiones, y así lo comunicaban a los hermanos; es lo que se conoce como «don de profecía». Había otros que «hablaban en un lenguaje misterioso» (el llamado «don de lenguas»), que consideraban una manifestación del Espíritu Santo; otros se responsabilizaban del servicio; otros se dedicaban al estudio de las Escrituras y al conocimiento; otros decían que tenían más fe que nadie...
Toda esta riqueza de la comunidad, llamada «carismas», era mal aprovechada porque no contribuía a la unidad, sino a las discusiones y a las comparaciones: «en mi grupo tenemos más conocimiento que el tuyo», «pues nosotros tenemos más don de lenguas», «eso no es nada, en el don de profecía no nos gana nadie...»
Frente a esta desunión, Pablo dice muchas cosas en la primera carta a los corintios, y una de ellas es el capítulo 13, en el que quiere ir al núcleo más hondo de todos los carismas, a lo que realmente importa. Y lo descubre precisamente en el amor.


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jueves, 28 de mayo de 2009

HIMNO AL AMOR: 1 Cor 13 (2ª de 6)

AMOR RECIBIDO. AMOR REGALADO

Antes de empezar a comentar el himno de 1 Corintios 13, hay que aclarar que la palabra «amor» para los cristianos significa dos cosas: Por un lado, el amor que nosotros damos a Dios y a los demás, por otro lado, el amor que nosotros recibimos de Dios. Es muy importante reconocer que el primero de los dos es el amor recibido. Pablo lo dice bien claro en la carta a los Romanos:
Estábamos nosotros incapacitados para salvarnos, pero Cristo murió por los impíos en el tiempo señalado. Es difícil dar la vida incluso por un hombre de bien; aunque por una persona buena quizá alguien esté dispuesto incluso a morir. Pues bien, Dios nos ha mostrado su amor porque Cristo murió por nosotros cuando aún éramos pecadores.

Ningún cristiano puede mantener su fe si olvida esto, porque entonces pensará que lo primero es ponerse a amar a Dios y a los demás, y cuando le lleguen las dificultades no tendrá ningún punto de apoyo.
No. Convenzámonos antes de seguir: lo primero es el amor que Dios nos tiene. Por él, y sólo por él, tiene sentido que nosotros nos pongamos a amar. No se puede hacer un edificio sin cimientos, porque se cae enseguida; tampoco se mantiene en pie un cristiano si no reconoce cuánto le ama Dios, cuánto le perdona, cuánto le ayuda a pesar de las muchas dificultades de la vida.
Por eso, cuando Pablo habla del amor en la carta a los corintios, sabe muy bien que todo tiene su origen en Dios. Él mismo ha experimentado la misericordia y el perdón de Dios que le llamó a ser anunciador del evangelio por todo el mundo.
El cristiano parte siempre de su experiencia, cuenta la vivencia de amor recibido de Dios, empieza desde ahí. Después se vuelca para amar al hermano, especialmente el más necesitado, que es donde descubre que está presente el mismo Jesús. Porque tampoco es posible recibir el amor de Dios, experimentarlo en profundidad, y quedarse de brazos cruzados. El amor de Dios no es sólo un manantial de vida, es un torrente arrollador que inunda la vida entera y se desborda en amor desinteresado, generoso y total por los hermanos.


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martes, 26 de mayo de 2009

Subido el comentario del domingo

De nuevo debo pediros disculpas por el retraso. Ya está subido el comentario del evangelio del Domingo pasado. Gracias por vuestra paciencia.

HIMNO AL AMOR: 1 Cor 13 (1ª de 6)

Comenzamos una serie de entradas acerca del Himno al Amor, de 1 Corintios 13. Os dejo primero que nada el texto, que es lo importante. En próximos días lo iremos comentando.
Himno al Amor. 1 Corintios 13

Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como campana que suena o címbalo que retiñe.
Y aunque tuviera el don de hablar en nombre de Dios y conociera todos los misterios y toda la ciencia; y aunque mi fe fuese tan grande como para trasladar montañas, si no tengo amor, nada soy.
Y aunque repartiera todos mis bienes a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me sirve.

El amor es paciente y bondadoso;
no tiene envidia,
ni orgullo ni jactancia.
No es grosero, ni egoísta;
no se irrita ni lleva cuentas del mal;
no se alegra de la injusticia,
sino que encuentra su alegría en la verdad.
Todo lo excusa, todo lo cree,
todo lo espera, todo lo aguanta.

El amor no pasa nunca. Desaparecerá el don de hablar en nombre de Dios, cesará el don de expresarse en un lenguaje misterioso, y desaparecerá también el don del conocimiento profundo. Porque ahora nuestro saber es imperfecto, como es imperfecta nuestra capacidad de hablar en nombre de Dios; pero cuando venga lo perfecto desaparecerá lo imperfecto. Cuando yo era niño, hablaba como niño, razonaba como niño; al hacerme hombre, he dejado las cosas de niño. Ahora vemos por medio de un espejo y oscuramente; entonces veremos cara a cara. Ahora conozco imperfectamente, entonces conoceré como Dios mismo me conoce.
Ahora subsisten estas tres cosas: la fe, la esperanza, el amor, pero la más excelente de todas es el amor.
Seguimos pasado mañana.

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domingo, 24 de mayo de 2009

Domingo: La Ascensión

Marcos 16, 15-20

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once, y les dijo:

-Id al mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación.
El que crea y se bautice se salvará, el que se resista a creer será condenado.
A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos.

El Señor Jesús, después de hablarles, ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba la Palabra con los signos que los acompañaban.
Con este texto termina el evangelio de Marcos. Aunque en realidad el evangelio inicialmente terminaba una página antes. Alguien añadió los últimos párrafos para contarnos algunas cosas que el Evangelio original no contenía. Como este añadido se hizo muy pronto (principios del siglo II), fue reconocido por los cristianos como un buen texto, coherente con el resto del evangelio y con el mensaje de Jesús, e incluido en el evangelio.
Lo que nos cuenta este "apéndice" parece un resumen de textos que encontramos en los otros evangelios (parece ser que el de Marcos es el más antiguo de los cuatro).

Jesús nos da a todos los cristianos -no sólo a los Once- la misión de predicar por el mundo entero. Y eso es lo que hemos intentado hacer en los últimos 2000 años, con más o menos acierto. Y no lo habremos hecho todo tan mal, porque ciertamente hemos llegado a todos los rincones del planeta. A pesar de los errores e infidelidades a Jesús que cometimos en el pasado y seguimos cometiendo, también hay mucha coherencia y auténtico sentido misionero en nuestra querida Iglesia.

La forma de "presentar" a los creyentes que tiene el texto de hoy es bastante pintoresca. Algunos hacen un análisis especial del párrafo, y se dan cuenta de que se afirman cinco características de los cristianos. La primera y la última son paralelas a lo que Jesús hacía (expulsar demonios y curar enfermos, lo vemos leyendo el mismo evangelio de Marcos). La segunda y la cuarta tienen una relación curiosa: ambas tienen que ver con la boca, con lo que sale de ella (hablar en lenguas) y con lo que pueda entrar (beber venenos).
La tercera queda de este modo en el centro, como en un doble sandwich (los que saben de estas cosas lo llaman "estructura concéntrica"), resultando ser la más importante: "coger serpientes en las manos".
Parece claro que no se trata de dedicarse a la zoología de los ofidios, sino al conocido simbolismo bíblico del mal en forma de serpiente. Así pues, una de las características que nos debe distinguir a los cristianos, la característica "central", es la de ser capaces de someter el mal, de vencer la injusticia. Encontrar las "serpientes" de nuestro mundo, las oscuridades, los males más ocultos y sacarlas a la luz sin temer sus mordeduras es una de las misiones más apasionantes que Jesús nos podía dejar como mensaje de despedida. ¿Te apuntas?

sábado, 23 de mayo de 2009

¡Cumplimos 6 meses!

La página web www.bibliayvida.com cumple hoy seis meses (el blog funcionaba ya antes). Queremos agradecer, ante todo, a Dios que nos da la oportunidad de difundir su Palabra, de descubrir que aún hoy sigue siendo interesante, útil y valiosa. Y, por supuesto, también os agradecemos a todos vosotros y vosotras vuestras visitas, propuestas y comentarios.
¡A por el año!

domingo, 17 de mayo de 2009

Domingo 6º de Pascua: Amad como yo

Del evangelio según san Juan
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
-Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que el queda la vida por sus amigos.
Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os ha elegido; y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure.
De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dé.
Esto os mando: que os améis unos a otros.

Los capítulos 13 a 17 del Evangelio de Juan nos muestran a Jesús dirigiendo sus enseñanzas a sus discípulos (o mejor, amigos, porque él mismo utiliza esa palabra). Sabemos que históricamente Jesús habría instruido a sus seguidores en muchas otras ocasiones, pero Juan ha querido construir su evangelio como en dos grandes partes (de los capítulos 1 al 12 y del 13 al 21), y en los capítulos de la última cena concentra los discursos más íntimos.
El fragmento que hemos leído se parece al testamento de un amigo que se va. Habla de sí mismo en pasado: «os he amado», y lanza a sus amigos a hacer lo mismo en el futuro. De la lectura voy a subrayar tan sólo cinco palabras: Amor, mandamientos, alegría, amistad y elección.
Amor. Es una constante cuando Juan se pone íntimo y personal. Para él el amor es una palabra que lo resume todo, hasta para decir que Dios es amor. Quizá el mejor comentario a estos textos, más que una serie de palabras más o menos fríos, sería una canción, un poema, una obra de arte. El amor es la entrega total, o mejor, es la motivación profunda, enraizada en el fondo del corazón, que da lugar a esa entrega. El amor es, al final de todo, lo único que cuenta, lo único que salva, lo único que puede hacer de nuestras vidas algo especial, distinto al simple trabajar-para-vivir-vivir-para-trabajar. El amor puede vivirse de mil formas, pero, por desgracia, no todo lo que lleva la etiqueta de «amor» lo es en realidad.
Por eso el amor tiene también su «test de calidad», que todos los cristianos y los simpatizantes de Jesús podemos aplicarnos: sólo es auténtico si es «como el de Jesús». Por eso es tan importante la segunda parte de la frase: «como yo os he amado». Esto significa dos cosas: para empezar, que él nos ha amado primero. Si se nos olvida que somos, ante todo, los «amados de Dios», ponernos nosotros a amar se nos hará muy pero que muy cuesta arriba. La segunda cosa es que el amor auténtico es el de la entrega total, hasta dar la vida, toda entera; tal y como Jesús hizo.

Mandamientos. Hoy no nos gusta esta palabra, pero podemos aprovechar otra también muy bíblica: voluntad. La voluntad de Dios nos la dio a conocer Jesús de forma clara: es la salvación, la vida, la felicidad de todo ser humano y de la sociedad entera. Por eso sus mandamientos sólo pretenden señalarnos dónde está nuestra felicidad: en hacer una sociedad más justa, más fraterna, más solidaria y unida. ¡Una buena tarea para los próximos siglos!

Alegría. ¡Que poco pragmático es este hombre! Se le ocurre decir que todo esto nos lo ha dicho para que vivamos alegres. Esta idea se puede expresar con otras palabras más serias y profesionales: sentido de la vida, plenitud humana... pero prefiero la palabra «alegría» porque es más familiar, más divertida, más cercana. Llama también la atención que la auténtica alegría sea vivir como Jesús, totalmente entregado, y no en las «diversiones»; aunque más de uno se confunde.

Amistad. Otra palabra de andar por casa. Jesús es el Señor, desde luego que sí, pero lo es en forma de amigo y no de tirano. La cercanía con él, y la amistad que recibimos primero de él, nos dará fuerzas y ánimos para seguir adelante por el camino que él nos marca.

Elección. La última palabra que quisiera subrayar. Ojalá que vivamos muy conscientes de haber sido elegidos por Dios. La elección en la Biblia nunca es un privilegio, sino siempre un servicio a favor de otros. Pero eso no lo quita nada a la alegría de ser amigos de Dios porque él se ha fijado en nosotros, nos indica su voluntad y nos lanza a amar cuanto más mejor.

sábado, 9 de mayo de 2009

Domingo 5º Pascua: Dar fruto

Juan 15,1-8

Dijo Jesús a sus discípulos:
-Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo poda para que dé más fruto.
Vosotros estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí ni podéis hacer nada.
Al que no permanece en mí, lo tiran fueran, como al sarmiento, y se seca; luego los recogen y lo echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.


¿Quién no quiere dar fruto? Decía Viktor Frankl que la vida de una persona se sustenta en dos pilares: el amor y el trabajo; es decir, “eres amado” y “sirves para algo”. Negar esos dos pilares es hundir al ser humano: “nadie te quiere”, “no sirves para nada”.
“Dar fruto” se convierte por eso en una de las aspiraciones esenciales que nos configuran como personas y no en una simple anécdota. Dar fruto significa dejar huella en el mundo, aunque sin necesidad de “tener éxito” ni “fama”, ayudar a construir este mundo nuestro que Dios mismo se dejó a mitad a propósito, para que siguiésemos su obra, para que, como él, nos mantuviésemos creativos y la hiciésemos crecer.
Pero para dar fruto Juan nos propone aquí una condición única: permanecer unidos a Jesús. Después de todo, si él es la Vida, nosotros sólo tendremos vida auténtica junto a él.
Sorprende el contraste entre la tarea activa: dar fruto, y la condición expresada de forma estática: permanecer unidos. La misma idea podría expresarse de mil otras formas (seguir a Jesús, guardar sus mandamientos, tomar la cruz, etc.), pero en el texto de hoy Juan ha preferido que nos relajemos un poco, nos detengamos, y reflexionemos hasta qué punto estamos unidos a Jesús, permanecemos en él. Habrá momentos para la acción, y deben ser muchos y muy entregados, pero también son necesarios instantes de oración, de reflexión detenida y sencilla: Jesús, ¿permanezco en ti? ¿Qué me falta? ¿Qué necesito? Jesús, te necesito.

domingo, 3 de mayo de 2009

Domingo 4º Pascua: Yo soy el buen Pastor

Juan 10,11-18
«Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.
»Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.
»Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un sólo rebaño, un sólo Pastor. Por eso me ama el Padre: porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para quitarla y tengo poder para recuperarla. Este mandato he recibido del Padre.

En este interesante texto de Juan, fragmento del capítulo diez, Jesús utiliza una comparación muy querida y cercana al auditorio de su época: La parábola del pastor. En un mundo principalmente agrícola y ganadero; en su sociedad marcada por una enorme brecha entre la minoría rica y poderosa y la inmensa mayoría del pueblo con apenas recursos, la única solución para mucha gente era intentar arrancar la vida de las entrañas de la tierra y de los animales de cría. Más que vacas, eran las ovejas y las cabras las que poblarían los prados de Galilea, y miles de sus habitantes tenían experiencia directa del trabajo paciente y largo del pastor.
Hoy, las mismas palabras nos parecen sacadas de un cuento de hadas, o de un relato “bucólico y pastoril”, nos suenan a algo distante, que quizá hayamos visto en las películas, o cerca de las carreteras si hemos tenido la paciencia de fijarnos en nuestros viajes...
Juan nos plantea un esfuerzo, desentrañar esta rica metáfora del Pastor viendo en él a Jesús. Pero el texto nos plantea hoy dos esfuerzos, el primero es el de acercarnos con nuestra imaginación a la labor cotidiana del pastor, a la experiencia del asalariado, a las horas lentas y aburridas de vigilancia del rebaño, a la imprevista aparición del lobo y su enfrentamiento, probablemente bastante discreto y huidizo, con el pastor (si alguien tiene experiencia de esto, que nos lo cuente en los comentarios, por favor).
Tras este reto para nuestra imaginación, el texto va cobrando colorido. No es sólo un conjunto de ideas teóricas y frías expresadas de forma rara y simbólica, sino que, además de hablarle a nuestro cerebro, le hablará también a nuestros sentimientos, a nuestros afectos.
Jesús es el buen Pastor, porque conoce personalmente y por su nombre a cada una de sus “ovejas”, a cada uno de nosotros; porque se acerca a cada uno y a cada una con su afecto y ternura por delante, porque todo se juega en el conocimiento íntimo y personal. Conocerse a uno mismo, conocernos entre nosotros, conocer a Jesús y dejar que él nos haga conocer a Dios es el gran reto que nos plantea Juan. Él no piensa en un conocimiento de teorías o reflexiones; para su mentalidad, conocer significa tener la intimidad del amigo, del familiar cercano, de los corazones entrelazados. “A Dios es imposible conocerle y no amarle, amarle y no seguirle”.