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domingo, 24 de mayo de 2009

Domingo: La Ascensión

Marcos 16, 15-20

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once, y les dijo:

-Id al mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación.
El que crea y se bautice se salvará, el que se resista a creer será condenado.
A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos.

El Señor Jesús, después de hablarles, ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba la Palabra con los signos que los acompañaban.
Con este texto termina el evangelio de Marcos. Aunque en realidad el evangelio inicialmente terminaba una página antes. Alguien añadió los últimos párrafos para contarnos algunas cosas que el Evangelio original no contenía. Como este añadido se hizo muy pronto (principios del siglo II), fue reconocido por los cristianos como un buen texto, coherente con el resto del evangelio y con el mensaje de Jesús, e incluido en el evangelio.
Lo que nos cuenta este "apéndice" parece un resumen de textos que encontramos en los otros evangelios (parece ser que el de Marcos es el más antiguo de los cuatro).

Jesús nos da a todos los cristianos -no sólo a los Once- la misión de predicar por el mundo entero. Y eso es lo que hemos intentado hacer en los últimos 2000 años, con más o menos acierto. Y no lo habremos hecho todo tan mal, porque ciertamente hemos llegado a todos los rincones del planeta. A pesar de los errores e infidelidades a Jesús que cometimos en el pasado y seguimos cometiendo, también hay mucha coherencia y auténtico sentido misionero en nuestra querida Iglesia.

La forma de "presentar" a los creyentes que tiene el texto de hoy es bastante pintoresca. Algunos hacen un análisis especial del párrafo, y se dan cuenta de que se afirman cinco características de los cristianos. La primera y la última son paralelas a lo que Jesús hacía (expulsar demonios y curar enfermos, lo vemos leyendo el mismo evangelio de Marcos). La segunda y la cuarta tienen una relación curiosa: ambas tienen que ver con la boca, con lo que sale de ella (hablar en lenguas) y con lo que pueda entrar (beber venenos).
La tercera queda de este modo en el centro, como en un doble sandwich (los que saben de estas cosas lo llaman "estructura concéntrica"), resultando ser la más importante: "coger serpientes en las manos".
Parece claro que no se trata de dedicarse a la zoología de los ofidios, sino al conocido simbolismo bíblico del mal en forma de serpiente. Así pues, una de las características que nos debe distinguir a los cristianos, la característica "central", es la de ser capaces de someter el mal, de vencer la injusticia. Encontrar las "serpientes" de nuestro mundo, las oscuridades, los males más ocultos y sacarlas a la luz sin temer sus mordeduras es una de las misiones más apasionantes que Jesús nos podía dejar como mensaje de despedida. ¿Te apuntas?

3 comentarios:

  1. De este párrafo que has puesto me llama mucho la atención esta frase:

    "El que crea y se bautice se salvará, el que se resista a creer será condenado".

    Lo siento, pero sencillamente no me puedo creer que Jesús dijera algo así. No pega nada con su personalidad ni con el resto de su mensaje. El mensaje que Jesús transmite todo el tiempo es que lo que salva no es bautizarse ni pertenecer a la religión organizada, sino comportarte bien y amar al prójimo (cierto que con el bautismo y la creencia estás cerca de él y por ello tienes más fácil seguir el camino recto, pero no es algo que otorgue la salvación automática). No es de justicia que Dios condene a una buena persona que hace el bien y ayuda a los demás sólo porque no crea en ÉL. ¿No será esta frase un añadido posterior?

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  2. Qué tiempo tan bonito es este pascual, es cuando todo parece más verdad aún. Me gusta el párrafo que dice eso de que los que creen pueden vencer el mal, el que se ve más, enfermedad, y el que se ve menos, el del maligno.
    Supongo que a eso se refiere lo de que no creer y no recibir el Espíritu de Dios, te deja en el plano más "natural" con gran indefensión y debilidad frente al mal, de modo que puede vencernos casi con seguridad.Se le puede vencer una vez pero difícilmente siempre sin cierta "luz" y cierta "gracia" sobrenatural. Yo no lo veo en el plano de premio- castigo sino en el plano de la realidad con la que nos vamos a encontrar desde un lugar, Sin Dios, o desde otro, Con Dios; cuando queramos no dejarnos vencer por el mal. Y Jesús quiere dejarnos ese mensaje de esperanza, de que desde Él y con Él es posible, lo que es imposible para el mundo por sí solo: la victoria final del bien. Saludos.

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  3. ¡Hola, Estelwen e Inma!
    Pues yo estoy con Estelwen en eso de que Jesús no diría nada así literalmente. Más que un añadido posterior me imagino que es una interpretación. El bautismo supone la entrada en la Iglesia, pero no tanto en su aspecto organizativo, que es necesario pero el menos importante, sino en su dimensión de "comunidad de los seguidores de Jesús".
    La salvación no nos llega por "comportarnos bien y amar a los demás", como dices, Estelwen, esa es la mitad de la cuestión. La salvación es un ofrecimiento de Dios que el ser humano puede libremente aceptar. En ese diálogo Dios-hombre se realiza la salvación.
    Yo encuentro valioso el gesto del bautismo porque es algo que se te regala, que se te da, y que significa la gracia y el amor de Dios que siempre van por delante. Nosotros tenemos tendencia a subrayar sólo lo que nosotros hacemos, la parte que a nosotros nos toca (la del bien y el amor a los demás), y se nos olvida mucho que todo comienza con un regalo que nos llega inesperadamente.
    Creo que el autor que escribió este texto tiene detrás esta reflexión, está escribiendo a su comunidad y es posible que en ella algunos dijesen que el bautismo no hacía falta.
    Otro tema distinto es el de los que no conocen a Jesús, o relacionan el bautismo sólo con los aspectos formales de pertenecer a un grupo, a una institución, a la que no valoran. Claro que Dios no va a condenarlos sólo por eso, pero es posible que les siga faltando el matiz de reconocer que la salvación viene sólo de Dios.

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