- A ti me acojo – a tus manos me encomiendo.
- No quede yo defraudado – tú, Dios, eres leal.
- Ponme a salvo – tú eres mi amparo.
- Sé mi roca, sé mi baluarte, sé mi roca y mi baluarte…
La conclusión es clara no busquemos ideas; son las mismas que se desgrana en un poema. Busquemos ahondar en el corazón del salmista que se desnuda ante nosotros. Quiere mostrarnos su confianza intensa en el Señor. Pero la “confianza” es una palabra tan manida y usada que puede no llegar a captarse en profundidad, por eso el salmista se repite lenta y dulcemente.
Salmo 30
A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo,
inclina tu oído hacia mí;
ven aprisa a librarme,
sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame:
sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
Tú, el Dios leal, me librarás.
Hoy vivimos rodeados de un mundo que ni escucha ni confía en Dios. Pero el salmista también. No nos dejemos engañar por la imagen de religiosidad de Israel que la Biblia da. Los israelitas en general cumplirían los mínimos, pero muchos, en su interior, serían tan indiferentes como ahora. El salmista lo sabe, le duele, e intenta expresar a sus contemporáneos la riqueza de la fe. Igualmente nosotros, tenemos la misión es expresar nuestra confianza en Dios, nuestra esperanza en él, de mostrar nuestra fe al mundo.
ultimamente leo mas los salmos, y estoy descubriendo que me encantan, en especial algunos como el que pusistes este dia. son oraciones preciosas.
ResponderEliminarMuchos salmos son oraciones preciosas, todos son plegarias sentidas desde lo hondo del corazón, que es donde reside lo más auténtico de nosotros mismos.
ResponderEliminarPodemos ayudarnos a rezar con ellos, y, desde ellos, hacer nuestra propia oración.