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lunes, 29 de marzo de 2010

Lunes santo

El evangelio nos ofrece la escena de la unción de Jesús en Betania. Marta sirviendo, ¡cómo no!, Lázaro comiendo con Jesús y María despilfarrando el perfume.
Judas expresa lo que muchos de nosotros pensamos: Menudo desperdicio, ¡con la de necesidades que hay en el mundo! Contrastan las actitudes, las vivencias interiores ante la presencia de Jesús.
Juan 12, 1-11
Seis días antes de la Pascua fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado. Allí hicieron una cena en honor de Jesús. Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban a la mesa comiendo con él. María, tomando unos trescientos gramos de perfume de nardo puro, muy caro, perfumó los pies de Jesús y luego los secó con sus cabellos. Toda la casa se llenó del aroma del perfume.
Entonces Judas Iscariote, uno de los discípulos, aquel que iba a traicionar a Jesús, dijo:
-¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios, para ayudar a los pobres?
Pero Judas no dijo esto porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón y, como tenía a su cargo la bolsa del dinero, robaba de lo que allí ponían. Jesús le dijo:
-Déjala, porque ella estaba guardando el perfume para el día de mi entierro. A los pobres siempre los tendréis entre vosotros, pero a mí no siempre me tendréis.
Muchos judíos, al enterarse de que Jesús estaba en Betania, fueron allá, no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien Jesús había resucitado. Entonces los jefes de los sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque por causa suya muchos judíos se separaban de ellos y creían en Jesús.

El aroma llena toda la casa, toda la comunidad, toda la Iglesia, toda la vida, toda el alma. Esto es lo que consigue María: hacer agradable la vida en la casa, en la comunidad. ¡Qué poco pragmática! Judas sí entiende bien las urgencias: “Los pobres, los pobres; cuánto trabajo hay, cuánto que hacer. Olvidémonos de Jesús, ¿qué importancia tiene…? ¿Qué más da si estamos a gusto en casa, o en la comunidad cristiana, o es simplemente un hotelito, un lugar donde ‘cumplir’ con los ritos religiosos, mientras nos sigamos esforzando por los pobres…?”
María lo ha comprendido de otra manera: a los pobres sí les importa que les llevemos el evangelio vivido en profundidad, experimentado a gusto en la comunidad. Sí les importa que les llevemos el evangelio con amor, y no sólo el pan con pragmatismo.
El evangelio es un despilfarro continuo de amor, Jesús es un derrochador de vida.

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