Juan 15,1-8
Dijo Jesús a sus discípulos:
-Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo poda para que dé más fruto.
Vosotros estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí ni podéis hacer nada.
Al que no permanece en mí, lo tiran fueran, como al sarmiento, y se seca; luego los recogen y lo echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.
¿Quién no quiere dar fruto? Decía Viktor Frankl que la vida de una persona se sustenta en dos pilares: el amor y el trabajo; es decir, “eres amado” y “sirves para algo”. Negar esos dos pilares es hundir al ser humano: “nadie te quiere”, “no sirves para nada”.
“Dar fruto” se convierte por eso en una de las aspiraciones esenciales que nos configuran como personas y no en una simple anécdota. Dar fruto significa dejar huella en el mundo, aunque sin necesidad de “tener éxito” ni “fama”, ayudar a construir este mundo nuestro que Dios mismo se dejó a mitad a propósito, para que siguiésemos su obra, para que, como él, nos mantuviésemos creativos y la hiciésemos crecer.
Pero para dar fruto Juan nos propone aquí una condición única: permanecer unidos a Jesús. Después de todo, si él es la Vida, nosotros sólo tendremos vida auténtica junto a él.
Sorprende el contraste entre la tarea activa: dar fruto, y la condición expresada de forma estática: permanecer unidos. La misma idea podría expresarse de mil otras formas (seguir a Jesús, guardar sus mandamientos, tomar la cruz, etc.), pero en el texto de hoy Juan ha preferido que nos relajemos un poco, nos detengamos, y reflexionemos hasta qué punto estamos unidos a Jesús, permanecemos en él. Habrá momentos para la acción, y deben ser muchos y muy entregados, pero también son necesarios instantes de oración, de reflexión detenida y sencilla: Jesús, ¿permanezco en ti? ¿Qué me falta? ¿Qué necesito? Jesús, te necesito.
Qué difícil de digerir le debe parecer esta lectura a mucha gente de a pie, con lo que se lleva hoy en día el "yo soy totalmente independiente y no necesito a nadie". ¿Por qué a algunos les cuesta tanto admintir que necesitamos a Dios? ¿Será porque les da miedo depender de alguien a quien no pueden ver? Aunque a mí, personalmente, me daría más miedo aún saberme sola en un mundo aleatorio bayo cuyas raices no hay otra cosa que la nada.
ResponderEliminarEspero que te haya ido muy bien por mi tierra (igual nos hemos cruzado por la calle y todo :-P).
Por cierto, si te gusta la horchata (para la próxima vez que vuelvas o si aún estás en Valencia), te propongo que te tomes una en Fabián (calle Císcar), en Santa Catalina o en El Siglo (ambas en la plaza de la Reina, junto a la torre de Santa Catalina). Es donde mejor la sirven en toda la ciudad ^^
Un saludo:
Estelwen.
"pediréis lo que deseéis y se realizará". Puede parecer egoísta pero a mí me encanta esta frase porque es la verdad... y no lo dice sólo esta vez. Es la verdad de la oración, la del más contemplativo y la del más pío "impío". Acabo de ver a quienes peregrinan a Fátima diciendo qué van a pedir. Y pienso también en el corazón de la contemplación que conoce cómo lo que va a pedir ya lo tiene concedido. Algo de verdad, que es intuido por todos, hay en la oración.La humildad del que espera en Dios. Están los que esperan en en un Dios que lo puede todo y los que esperan en el que solo tiene poder, Dios. Pues también dirá Jesús que "sin mí no podéis hacer nada", no dice un poco, o todo, sino nada. Ciao!!
ResponderEliminar¡Gracias, por vuestros comentarios, Estelwen e Inma!
ResponderEliminarComo podéis suponer el fin de curso se está poniendo atareadillo, sobre todo porque me interesa adelantar trabajo de la tesis para el verano.
Me fue muy bien en Valencia, en el Simposio de Teología y la semana siguiente estuve en otro simposio en Barcelona, abundando en los mismos temas. Ambos fueron muy interesantes. No tuve tiempo de pasear por el centro ni tomarme una horchata, lástima.
Estoy de acuerdo con lo que decís acerca de la humildad, o del saberse necesitados. Nuestra sociedad es muy competitiva, y, aunque no siempre lo parezca, eso nos va influyendo en todos los aspectos de la vida; por eso, parece que necesitar de alguien, o ser humilde es como rebajarse, es algo indigno de un ser humano.
Para mí lo más digno que tenemos es reconocer la verdad. Quizá no la poseamos plenamente, pero podemos intentar acercarnos a ella. Si descubrimos entonces que somos limitados, sólo por saberlo ya somos más auténticos; si nos descubrimos necesitados de otros, estaremos más cerca de ser felices, porque lo contrario es inventarnos lo que no somos, superhombres, y la mentira acaba siempre convirtiéndose en ídolo, y los ídolos, siempre, exigen sacrificios humanos...