Juan 10,11-18
«Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.
»Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.
»Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un sólo rebaño, un sólo Pastor. Por eso me ama el Padre: porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para quitarla y tengo poder para recuperarla. Este mandato he recibido del Padre.
En este interesante texto de Juan, fragmento del capítulo diez, Jesús utiliza una comparación muy querida y cercana al auditorio de su época: La parábola del pastor. En un mundo principalmente agrícola y ganadero; en su sociedad marcada por una enorme brecha entre la minoría rica y poderosa y la inmensa mayoría del pueblo con apenas recursos, la única solución para mucha gente era intentar arrancar la vida de las entrañas de la tierra y de los animales de cría. Más que vacas, eran las ovejas y las cabras las que poblarían los prados de Galilea, y miles de sus habitantes tenían experiencia directa del trabajo paciente y largo del pastor.
Hoy, las mismas palabras nos parecen sacadas de un cuento de hadas, o de un relato “bucólico y pastoril”, nos suenan a algo distante, que quizá hayamos visto en las películas, o cerca de las carreteras si hemos tenido la paciencia de fijarnos en nuestros viajes...
Juan nos plantea un esfuerzo, desentrañar esta rica metáfora del Pastor viendo en él a Jesús. Pero el texto nos plantea hoy dos esfuerzos, el primero es el de acercarnos con nuestra imaginación a la labor cotidiana del pastor, a la experiencia del asalariado, a las horas lentas y aburridas de vigilancia del rebaño, a la imprevista aparición del lobo y su enfrentamiento, probablemente bastante discreto y huidizo, con el pastor (si alguien tiene experiencia de esto, que nos lo cuente en los comentarios, por favor).
Tras este reto para nuestra imaginación, el texto va cobrando colorido. No es sólo un conjunto de ideas teóricas y frías expresadas de forma rara y simbólica, sino que, además de hablarle a nuestro cerebro, le hablará también a nuestros sentimientos, a nuestros afectos.
Jesús es el buen Pastor, porque conoce personalmente y por su nombre a cada una de sus “ovejas”, a cada uno de nosotros; porque se acerca a cada uno y a cada una con su afecto y ternura por delante, porque todo se juega en el conocimiento íntimo y personal. Conocerse a uno mismo, conocernos entre nosotros, conocer a Jesús y dejar que él nos haga conocer a Dios es el gran reto que nos plantea Juan. Él no piensa en un conocimiento de teorías o reflexiones; para su mentalidad, conocer significa tener la intimidad del amigo, del familiar cercano, de los corazones entrelazados. “A Dios es imposible conocerle y no amarle, amarle y no seguirle”.
Me gusta mucho esta parábola. Mi abuelo materno de niño fue pastor, pero lamento decir que no sé demasiado de esa profesión aparte de las canciones pastoriles y las anécdotas que me contaba de niña. Sí que puedo decir, en cambio, lo que me transmite esta parábola: una sensación de seguridad. Dios es un ser superior a nosotros, al igual que el pastor como ser humano es superior a las ovejas. Y a pesar de ello, las conoce, las cuida, las defiende y da la vida por ellas. El mensaje que me transmite esta parábola es que no estoy sola en el mundo, y es muy reconfortante.
ResponderEliminarSaludos:
Estelwen Ancálimë (antes, Lúthien Black)
Estoy de acuerdo con Estelwen Ancálimë, lejos de parecerme una comparación humillante, tiene una belleza especial, por la bondad y el amor del pastor. Me gusta verme amenudo yendo por el mundo como una oveja llevada sobre los hombros por Jesús.Esta parábola al igual que el salmo "el señor es mi pastor nada me falta" me parece capaz de quitar el miedo, ese mal que invade la vida de la mayoría de la gente, lo confiese o no, y que según los psicólogos es la principal causa de ansiedad. Como bien dices Javi,habla a nuestros sentimientos y afectos. Ciao
ResponderEliminarGracias, Inma y Estelwen, por vuestros comentarios cargados de esperanza.
ResponderEliminarEsta semana voy a estar por Valencia, en un Simposio de Teología, así que quizá no tenga mucho tiempo de actualizar el blog (aunque quién sabe, si los ponentes resultan muy aburridos... ;-)
Quizas pareca una tonteria, pero este texto que gracias a ti he vuelto a leer, siempre me ha parecido lleno de amor, esperanza, paz, fuerza y hasta sabiduria. Además, ahora que conzoco un poquito mejor el oficio de pastor de obejas, aun lo puedo apreciar mejor.
ResponderEliminarEsta parabola y las bienaventuranzas, siempre me han encantado, me alegro haberla leido de nuevo.
Margarita.