El capítulo 13 está dividido en tres partes. Se le llama el Cántico o Himno del Amor. Aunque no todo él está escrito en verso, su forma sí es cercana a la poesía. A Pablo no le interesa sólo que los corintios (y nosotros) comprendan su mensaje; tienen que escucharlo con la mente y con el corazón, tienen que convertirlo en vida, hacerlo fructificar. Y para ello no hay nada mejor que mover el interior de las personas, tocarles el alma, con un poema lleno de fuerza.
La necesidad del amor
La primera estrofa del himno comienza haciendo comparaciones. Menciona los carismas que les gustaban tanto a los de Corinto, y añade algunos gestos más que pueden parecer expresión de una inmensa donación.
Hablar todas las lenguas humanas y divinas no sirve para amar, tan sólo para enorgullecerse, para que se hinche el ego. El «don de lenguas», del que algunos en Corinto estaban tan orgullosos, no es más que un motivo de vanagloria que ni construye la comunidad, ni favorece la unidad, ni da testimonio ante el mundo del evangelio de Jesús. Por ello Pablo compara el don de lenguas a instrumentos musicales que pueden ensordecer sin transmitir nada. El amor está por encima del don de lenguas.
El don de profecía era más interesante, significaba tener conocimiento para entender el mensaje de Jesús, comprender el evangelio y tomar decisiones acertadas en la comunidad. No era nada despreciable. Pero Pablo sigue comparando los distintos carismas con el amor, y por ello insiste que ni profecía ni conocimiento sirven para nada sin amor auténtico.
Ni siquiera la fe, y esto nos sorprende, sirve sin amor. Para el cristiano, llamado a construir su comunidad y a evangelizar con su testimonio, la fe sin amor le deja vacío. Pablo dice que «sin amor nada soy», es decir, que perdería su «esencia» su «ser» más propio y auténtico. Lo que no es, lo que no existe, no pasa de una ilusión, una imagen, una quimera. Esto es precisamente el cristiano con conocimiento, con fe pero sin amor: nada, sencillamente no existe, no es cristiano.
Pero todavía le queda a Pablo un último ejemplo. Incluso los gestos mayores de entrega, los sacrificios más grandes, es posible hacerlos sin amor. Repartir todos los bienes a los pobres es la invitación que Jesús hizo al joven rico, pero aquél no quiso, porque aceptaba que Jesús fuese un maestro, pero no el Señor que pudiese dar sentido a su vida entera. Entregar el cuerpo a las llamas es una expresión simbólica (no se trata de una práctica que hiciesen de verdad los cristianos), representa el máximo sacrificio, la máxima entrega. Pues ni siquiera eso, por mucho que lo aparente, significa nada sin amor.
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martes, 2 de junio de 2009
HIMNO AL AMOR: 1 Cor 13 (4ª de 6)
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Lo dicho, que me encanta este mensaje, y ojalá todos aprendiéramos de él ^^
ResponderEliminarLo de que la fe no es nada sin amor no me sorprende especialmente; es más, le encuentro mucho sentido, porque, ¿de qué sirve creer en Dios si vives apartado de él y de sus enseñanzas? Para poner un ejemplo bestia, los satanistas creen en Dios (si crees que existe el demonio es porque también crees que existe Dios, vamos). Pero eso no significa ni mucho menos que vivan conforme a las enseñanzas de Él, más bien se han pasado al equipo contrario. Del mismo modo, y sin ser tan extremistas, creo que es más importante vivir conforme a lo que Dios espera de nosotros, amando y ayudando a los demás, aunque tengamos dudas sobre nuestra fe, que creer firmemente en Dios pero no seguirle ni hacer caso de Su mensaje.
¡Ojalá las comunidades cristianas del mundo lleguen alguna vez a unirse de nuevo siguiendo el espíritu de esta carta de San Pablo y haciendo hincapié en lo que nos une, no en lo que nos separa! (yo es que soy muy ecuménica y esas cosas ^^UUU).
Me ha gustado el "ejemplo bestia" de los satanistas. En la carta de Santiago hay uno parecido, hablando precisamente del mismo tema:
ResponderEliminar"¿Tú crees que hay un solo Dios? Haces bien. También los demonios creen y tiemblan. ¿Quieres saber tú, insensato, que la fe sin obras es estéril?" (Sant 2,19-20).
¡Nos leemos!