Palabritas: "Temor de Dios" (y 2)
(Continuación)
(Ayer investigamos qué significa en castellano el verbo "temer" según la RAE. Vimos que hace años tenía un matiz de "miedo reverencial" que un buen día desapareció del diccionario.)
La última vez que el diccionario de la Real Academia Española aceptó ese matiz de reverencia fue en 1817 (!). En la siguiente edición del diccionario Usual, el 1822, ya había desaparecido:
Desde entonces, con algunos cambios de expresión por el paso del tiempo, los significados no han variado mucho, todos con su matiz negativo. Mientras se ha mantenido a través de los siglos la referencia al "temor de Dios" como "miedo reverencial". Nada ha cambiado desde principios del siglo XIX.
Ahora sí, definitivamente, puedo afirmar y afirmo: LA PALABRA "TEMOR" EN CASTELLANO, EN EL SIGLO XXI, ES UNA TRADUCCIÓN INAPROPIADA DEL TÉRMINO ORIGINAL BÍBLICO.
2. ¿Qué dicen los comentarios de la Biblia sobre la expresión "temor de Dios"?
Tiene un matiz siempre positivo: significa "respeto" a Dios. El "temor" de Dios no quiere decir que haya que tenerle "miedo" sino considerarlo en su grandeza, respetarlo y reverenciarlo...
Llegamos a afirmar que el origen de este temor es el amor, que es lo que importa de verdad. El amor que recibimos de Dios nos lleva a reconocerlo agradecidos y a respetarlo.
Sí, sí, todo esto está muy bien, y, lo más importante, es totalmente cierto, el significado bíblico de esa expresión antigua queda muy bien descrito en la explicación que dan los comentarios.
Pero lo que yo digo es mucho más sencillo: la palabra "temor" no es la adecuada para transmitir ese mensaje de amor y respeto. Aunque en 1817 lo fuese, ahora (y desde 1822) ya no lo es, y, por tanto, tenemos que rechazarla.
Si queremos traducir la Biblia al castellano, tenemos que respetar la lengua castellana. Si la palabra original de la Biblia tiene un matiz positivo de "respeto" y la palabra castellana "temor" no lo tiene (¡desde hace casi 200 años!): entonces no es la palabra correcta.
Que me perdonen los señores traductores que bastantes dificultades tienen en su trabajo. Pero para comunicarnos en castellano, con todos los hispanohablantes, no podemos usar significados de las palabras que ni siquiera están el diccionario (aunque estuviesen hace siglos), no podemos inventarnos una lengua nueva. Si no, corremos el peligro de alejarnos tanto del lenguaje de la gente que acabemos lejos de su mundo. Esa va a ser una tentación siempre presente entre los cristianos. ¡Evitémosla incluso desde nuestra forma de hablar!
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miércoles, 11 de junio de 2008
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