Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: ‘Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.’»Comienza el libro que Marcos escribió sobre Jesús, y lo primero que nos dice es que se trata de una buena noticia (evangelio) acerca de Jesús que es el Mesías (Cristo) e Hijo de Dios. En tiempos de Marcos la palabra «Mesías» podía significar muchas cosas para los judíos y la expresión «Hijo de Dios» otras tantas para los de cultura griega o romana.
Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correo de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba:
- Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.Marcos 1,1-8
Y es que Marcos lo que va a escribir es novedoso, por eso le interesa llamar la atención del lector para que se interrogue.
La cita del profeta Isaías va en la misma línea: hay que preparar el camino al Señor, es necesario un mensajero que pregone su llegada, al estilo de los voceros que precedían a las personas influyentes en su camino por la ciudad para que los de más baja condición dejasen paso. Pero este mensajero es extraño, grita en el desierto porque el Señor que llega no viene avasallando, más bien al contrario, es necesario salir de la ciudad, ir al desierto para escuchar este anuncio, es necesaria la actitud de la escucha, de la búsqueda, de no quedarse cómodamente instalado en la propia mediocridad.
Tras esta introducción nos presenta a Juan Bautista, personaje extraño y sorprendente, con la fuerza de los antiguos grandes profetas. ¡Llevaban siglos sin profetas! Muchos acuden a él porque no están contentos con su propia vida, porque saben que es necesario un cambio, pero no saben cómo darlo. Juan les anima, les da fuerza, les empuja a convertirse, a cambiar su mentalidad vieja por la nueva de quien espera al Señor que viene. Cambiar no es tan fácil, Juan no es ningún ingenuo, pero es consciente de que está anunciando algo grande, de que tras él llegará quien traiga el Espíritu Santo, la fuerza de Dios, ¡y él sí será capaz de transformarnos!
Juan también es sincero, la gente puede confundirse y tomarlo como el Mesías; pero él no engaña a nadie, él no es el dueño de su mensaje, y lo expresa con una imagen comercial que a nosotros nos resulta desconocida, pero que tiene un sentido muy claro.
Llevar sandalias sobre un terreno era símbolo de propiedad. Sólo el dueño podía llevarla, y no los esclavos. Cuando alguien quería ceder su derecho de compra o herencia sobre un terreno a otra persona, se quitaba la sandalia y se la entregaba (ver Rut 4,7-8). Aquí Juan está diciendo que Dios no le cede este derecho de propiedad sobre el pueblo. El pueblo de Israel pertenece sólo a Dios, y por eso mismo él vendrá a liberarlo como tantas otras veces ya ha hecho.
Para la reflexión y oración:
- El mensaje de Jesús es buena noticia, produce alegría y esperanza.
- Jesús es el Mesías esperado, ¿cuáles son mis esperanzas más profundas, cuáles mis deseos? ¿Estoy esperando que venga Jesús a mi vida?, ¿o es más cómoda mi vida sin él?
- ¿Qué obstáculos hay en mi corazón o en mis actitudes que impiden la venida del Señor?
- Cambiar no es tan fácil: confía en el Espíritu de Dios que todo lo puede.
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