Cuando Jesús llegó a la región de Cesarea de Filipo preguntó a sus discípulos: "¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?" Ellos contestaron: "Unos dicen que Juan el Bautista; otros que Elías, y otros que Jeremías o algún profeta." "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?", les preguntó. Simón Pedro le respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente." Entonces Jesús le dijo: "Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, porque ningún hombre te ha revelado esto, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra voy a edificar mi iglesia; y el poder de la muerte no la vencerá. Te daré las llaves del reino de los cielos: lo que ates en este mundo quedará atado en el cielo; y lo que desates en este mundo, también quedará desatado en el cielo."Es imprescindible conocer a Jesús si nos interesa su mensaje, es muy útil conocer aspectos históricos, algunos muy curiosos, que nos ayudan a situarlo en su época y en su contexto. Pero, después de todo eso, llega un momento en el que la ciencia no puede ayudarnos, llega el momento decisivo en el que Jesús nos va a preguntar: ¿Y tú, quién dices que soy yo? Ante esta pregunta, cruda, desnuda, directa, no tenemos más que nuestros labios para responder, nuestro corazón para amar y nuestra mente para creer. No valen las respuestas de "otros dicen", no valen las frases aprendidas en el catecismo. Sólo vale tu alma desnuda ante él que te pregunta.
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