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martes, 27 de enero de 2009

Libros: Nacido a tiempo. Una vida de Pablo, el apóstol



Ya llevaba tiempo sin recomendar libros. Al hilo del año de San Pablo hoy quiero hablar de un libro que reconstruye, en la medida de lo posible, la historia del gran evangelizador: Nacido a tiempo. Una vida de Pablo, el apóstol. El autor es Jordi SÁNCHEZ BOSCH, profesor en la Facultat de Teologia de Catalunya, y la editorial es Verbo Divino.
Sobre San Pablo muchos de los datos que podemos decir son hipotéticos, pero aún así, el autor tiene la gentileza de fundamentar sus hipótesis con mucha honradez. Podemos no estar de acuerdo con todo lo que diga, pero ciertamente nos resultará iluminadora su lectura.
El capítulo dedicado a la conversión-vocación de Pablo es, como mínimo, sugerente y motivador para la propia reflexión.

domingo, 25 de enero de 2009

Domingo: La Conversión de San Pablo

Hoy, de forma especial, vamos a hablar de la Conversión-Vocación de San Pablo, en vez de tratar acerca del evangelio del domingo.
Hechos 9, 1-9
Entretanto Saulo, respirando todavía amenazas y muertes contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, para que si encontraba algunos seguidores del Camino, hombres o mujeres, los pudiera llevar atados a Jerusalén.
Sucedió que, yendo de camino, cuando estaba cerca de Damasco, de repente le rodeó una luz venida del cielo, cayó en tierra y oyó una voz que le decía:
-Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?
Él respondió:
-¿Quién eres, Señor?
Y él:
-Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que debes hacer.
Los hombres que iban con él se habían detenido mudos de espanto; oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Le llevaron de la mano y le hicieron entrar en Damasco. Pasó tres días sin ver, sin comer y sin beber
(...)

La vocación cristiana de Pablo fue una experiencia muy especial; Lucas la describe hasta tres veces en los Hechos de los Apóstoles, la segunda parte de su libro. A Lucas no le interesa la descripción que haría un periodista, prefiere hablar de lo que sucedió en el corazón de Pablo y podemos tener la certeza de que lo meditó muchísimo antes de escribirlo.
El texto comienza insistiendo en que es Pablo el que se da a sí mismo una misión. Su vida, por decisión propia, es una persecución; así lo ha querido él porque comprende que el cristianismo está minando ideas que él considera intocables, como la primacía de la Ley de Moisés sobre todo lo demás, y el valor del Templo de Jerusalén.
Pero Dios interviene en su vida cuando va de camino. La Luz y la Voz no son tanto una luz y una voz físicas (en plan encuentros en la tercera fase), sino la forma que tiene la Biblia de expresar la intervención poderosa de Dios en la vida de las personas. Lucas aprovecha esa forma de hablar, conocida por sus lectores.
La caída a tierra es muy significativa, expresa cómo a Pablo se le desmoronaron todos sus planteamientos; su vida, montada sobre la persecución, se vino abajo porque Dios intervino en ella. Vamos, que "se le cayeron los palos del sombrajo". La Biblia no habla de ningún caballo. Pero los artistas han visto con acierto que "caer del caballo" es una forma muy expresiva de decir lo mismo que Lucas, que se le desmoronó su orgullo anterior.
La Voz (Dios) le habla primero llamándolo por su nombre y en su lengua materna (Saúl, en hebreo, y no Saulo, como lo llama el narrador); y además le hace la pregunta más importante que se le puede hacer a nadie: ¿por qué?, que viene a ser: ¿Cuál es el porqué de tu vida? Es la pregunta por lo más profundo, lo más hondo.
Y tras la manifestación de Jesús ("Yo soy Jesús"), viene la indicación de la misión: "Levántate, entra en la ciudad, allí se te dirá lo que tienes que hacer". Precisamente al orgulloso Pablo, que se había dado la misión a sí mismo por propia iniciativa, Jesús le da otra misión; y lo que más sorprende es que Pablo, el orgulloso, se convierte en Pablo el obediente. Se levanta (primera tarea que le ha mandado Jesús), y lo llevan a la ciudad (segunda tarea).
Resulta también simpático ver cómo Lucas subraya un gesto: lo cogieron de la mano. Es decir, que Pablo el orgulloso se deja tratar como un niño, deja que lo lleven, obediente a la voz de Dios.
La ceguera de Pablo tiene un sentido mucho más profundo que la de no ver con los ojos. Significa la confusión y la incomprensión que la intervención de Dios en su vida le ha producido. Tres días estará ayunando (es decir, en lenguaje bíblico, reconociendo su debilidad ante Dios), dispuesto a cumplir la tercera tarea que Jesús le ha indicado.
Ananías llegará, enviado también por Dios, y tras el bautismo, Pablo se convertirá en el gran evangelizador que fue.

miércoles, 21 de enero de 2009

Recursos en www.bibliayvida.com

El mes de enero resulta un tanto cuesta arriba (ya se sabe, la cuesta de enero), y por ello estoy actualizando menos de lo que era mi intención. Al menos contad seguro con el comentario del evangelio de los domingos.
Hoy os quiero recordar la sección de recursos de esta página: www.bibliayvida.com/recursos
Todavía hay poca cosa, pero creo que interesante. En ella subiré todos aquellos materiales delas distintas actividades bíblicas que voy haciendo. La última fue una reflexión acerca de la esperanza en San Pablo y los salesianos.

¡Nos seguimos leyendo!

sábado, 17 de enero de 2009

Domingo: ¿Qué buscáis? 2º Ordinario B

Evangelio. Juan 1,35-42
En aquel tiempo estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dijo:
-Éste es el cordero de Dios.
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les preguntó:
-¿Qué buscáis?
Ellos le contestaron:
-Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?
Él les dijo:
-Venid y lo veréis.
Entonces fueron, vieron dónde vivía, y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde.
Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encontró primero a su hermano Simón y le dijo:
-Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).
Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo:
-Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa Pedro).

Comentario para la Eucaristía de hoy
¿Qué buscáis?
¿Qué hemos venido a buscar los que estamos aquí en la Eucaristía?
¿Alguien nos ha hablado de Jesús, y nos ha dicho que aquí lo encontraríamos?
¿Qué buscamos? ¿Qué nos falta? ¿Qué anhelamos?
¿Qué es eso que no podemos conseguir por nosotros mismos, que no podemos comprar en las tiendas, que no podemos conseguir a cambio de algo?
¿Qué es lo que buscamos viniendo al encuentro de Jesús?
Andrés y el otro discípulo estaban en búsqueda, por eso habían ido a escuchar a Juan Bautista, porque les daba algo nuevo, algo distinto, algo diferente; les hablaba de una nueva intervención de Dios. Sí, probablemente Dios sí existe, y está tan enamorado de nosotros que va a intervenir.
Para Andrés y su compañero, la cosa era fácil, no había libertad para su pueblo y querían librarse de los opresores. Pero Juan Bautista hablaba de otra cosa, de una liberación más profunda, de una vida liberada hasta tal punto que pudiese ser fuente de liberación para los demás, para todos los pueblos de la tierra, hablaba de la liberación de los pecados.
¿Será eso? ¿Será la liberación lo que buscamos? ¿Será que en nuestra sociedad, en nuestros comercios, en nuestras vidas intuimos que hay una libertad más profunda que la que vivimos?
Porque no vivimos como aquellos judíos. Vivimos en una sociedad bastante libre. Hay dificultades, hay opresiones, hay corrupción, pero también hay oportunidades, hay cierta justicia, hay esfuerzos por un mundo mejor.
Vivimos en un mundo de claroscuros, tenemos ante nuestros ojos imágenes de muerte y destrucción, pero al mismo tiempo, de heroísmo y entrega altruista. Vivimos en un mundo de contraste, y está bien que no todo sea malo, pero queremos algo más, buscamos una vida plena del todo, una vida auténtica que no nos limite nuestra felicidad.
Y Jesús es el cordero de Dios, el que trae la liberación al mundo, pero no de cualquier manera. Muchas imágenes podría haber utilizado Juan Bautista, en su época se escribían muchos libros sobre el tema, a cuál más pintoresco. Podría ser el gran liberador, el que destroza las cadenas, el victorioso guerrero que degollará a Satanás... Pero Juan tiene claro cuál quiere utilizar, la del Cordero de Dios, la del que se entrega, la del que se sacrifica para enseñarnos el camino del sacrificio, de la abnegación, del esfuerzo por los demás.
Y esto nos descoloca bastante: ¿Cómo voy a ser feliz, a conseguir mi autenticidad, a enriquecerme interiormente, a alcanzar el bienestar total? ¿Qué grandes maravillas tengo que comprender, que prodigiosas pruebas debo superar para convertirme en un ser humano completo, de verdad, un portento de felicidad...?
El Evangelio nos da una respuesta muy sencilla a esta pregunta tan pretenciosa: "Venid a vivir conmigo", nos dice Jesús. "Y se quedaron con él aquel día", nos dice el Evangelio. Y hasta nos dice la hora, como la de quien recuerda un encuentro que cambió su vida.
Descubrir a Jesús que nos invita a su casa no es encontrar grandes secretos ocultos desde hace milenios, es recordar que en nuestra vida diaria está Jesús presente, que nos habla de forma tan sencilla como los pequeños detalles que nos suceden cada día. Jesús nos guía, nos invita a vivir como él, dando su vida en cada momento, en cada gesto, en cada pensamiento.
Hay mucho que comprender todavía, pero no porque se trate de misterios muy complicados, sino porque resulta que dentro de nuestra propia vida cotidiana se encuentra esa salvación, esa liberación que estábamos buscando. Es ahí dentro, en el propio corazón, en la propia mente, incluso en las propias vísceras (no sé si me explico), donde Dios actúa y nos habla, nos recuerda su mensaje de amor paciente y cariñoso, nos insiste en que sigamos mirando al futuro con confianza, porque las dificultades del mundo no se le escapan, porque nada es irresoluble (para él ni siquiera la muerte). Él quiere que lo descubramos donde está realmente, en el corazón del mundo, en el corazón de la historia, en lo más interior de nosotros mismos.
Por eso venimos a la Eucaristía, porque la Eucaristía comienza simplemente con una reunión de hermanos convocados por Jesús. Aquí compartimos unas pocas palabras, nos reconocemos limitados, escuchamos la Palabra de Dios, le pedimos que nos siga ayudando, recordamos que Jesús se entregó por nosotros y nos repartimos un poco de pan y de vino en los que él mismo nos ha prometido que lo encontramos presente.

domingo, 11 de enero de 2009

Domingo: Bautismo del Señor

Evangelio. Marcos 1,6b-11
En aquel tiempo proclamaba Juan:
-Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán.
Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo:
-Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.

Con la figura de Juan Bautista, importante desde el principio del Adviento, termina el tiempo de Navidad. El precursor, incansable, sigue con su anuncio del que vendrá detrás de él, el que tiene de verdad el poder de renovarnos con la fuerza del Espíritu Santo. Juan predica un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, él tiene como misión preparar un pueblo bien dispuesto para la llegada del Mesías y la seguirá cumpliendo hasta su último aliento.
Es consciente de su misión y también de su limitación. En esto se manifiesta, además, su humildad y su sinceridad. Porque Juan tuvo éxito, mucho éxito; años después todavía tenía seguidores en ciudades distantes (ver Hechos 19), su mensaje de conversión caló en lo hondo de muchos corazones, de forma que le hubiese costado poco que lo aclamasen como Mesías. Pero él prefiere ocupar su lugar, obedecer la voz de Dios que le ha dado su misión.
Las sandalias eran un símbolo; sólo el propietario podía caminar con ellas sobre sus tierras. Si cedía su derecho a otro se quitaba la sandalia y la entregaba al nuevo beneficiario. Esto es lo que Juan reconoce: sólo Jesús es el auténtico Señor de la comunidad que se está formando a su alrededor, en la espera del Mesías; él sólo es un anunciador, un precursor, no es digno de quedarse con la sandalia del propietario.
Y sin embargo, Jesús se coloca en la cola de los que iban a bautizarse. ¿Por qué, si él no necesitaba limpiarse de ningún pecado? Jesús no tenía necesidad de conversión, pero nosotros sí tenemos necesidad de que Jesús llegue hasta nosotros, hasta nuestra limitación, hasta nuestra humanidad llena de luces y sombras. Jesús se hace totalmente solidario con nosotros, Dios mismo, que ha venido a vivir con nosotros, no ha venido a vivir "como Dios", sino como cualquier ser humano. Por eso nosotros sí necesitamos que Jesús sea bautizado.
En este abajamiento humilde de Jesús sucede la revelación del misterio más grande: Dios nos ama. Jesús es su Hijo amado, y también nosotros, por Jesús, somos sus hijos predilectos.
En nuestra sociedad resulta difícil hacerse un hueco, parece imprescindible ascender a codazos, hundiendo a los demás, para destacar, para ser reconocidos, para que todos nos digan que nos valoran, que nos quieren. En contra de esto, Dios nos ama desde el principio, antes de que hagamos nada, bueno ni malo, antes de que "nos lo merezcamos", antes de que podamos "demostrar cuánto valemos". Dios empieza amando, ofrece su amor gratuito, incondicional, sin pedir nada a cambio. Tan sólo nos queda abrir nuestro corazón para acogerlo. Nuestro amor a los demás, nuestra solidaridad y nuestra lucha por la justicia no es una búsqueda de "méritos" ante Dios, para que nos quiera y nos premie, es, simplemente, una respuesta al amor desbordante que él vierte sobre nosotros, y seguirá vertiendo aunque fallemos, aunque caigamos, aunque insistamos en nuestras recaídas.
Dios nos ama, y este es el punto firme a partir del cual los cristianos podremos anunciar el evangelio. Ni la moral, ni la doctrina, ni el modo de vida son lo primero, todo eso son respuestas agradecidas a una iniciativa de amor que parte de Dios.

domingo, 4 de enero de 2009

Domingo: En el principio existía la Palabra

Segundo Domingo después de Navidad

Evangelio. Juan 1,1-18

En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
La Palabra en el principio estaba junto a Dios.
Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba,
pero el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.
Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.
Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo:
-¡Éste es de quien dije: «El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.»
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.
El evangelio de Juan siempre tiene un sabor especial. Como todos los evangelios su pregunta última es «¿Quién es Jesús?» Y se da cuenta, como todos los que a lo largo de la historia nos hemos preguntado esto, que no hay palabras exactas para responder. Así que la mejor opción es recurrir a la poesía, y esto hace en el prólogo de su libro, que leemos hoy: presenta -o más bien, sugiere- en un poema de qué va a tratar lo que el lector se va a encontrar después.
Empecemos desde el principio, desde el Origen, desde Dios. Allí encontramos ya la Palabra de Dios, creadora, enviada, vivificante, luminosa; la sabiduría de Dios que todo lo renueva con su presencia. Desde allí viene al mundo para dar vida a los hombres y mujeres -esto es lo que estamos celebrando en Navidad-, para que nuestro corazón se convierta de su dureza y palpite al ritmo del amor de Dios.
Pero -por desgracia siempre hay un pero-, el mundo no recibió la luz, los suyos -los hombres, creados por él- no la quisieron acoger, la tiniebla huye de la luz, porque en la oscuridad se puede obrar el mal impunemente, sin que nadie se entere... Quizá nosotros mismos a veces hemos preferido quedar en oscuridad -es decir, no reconocer lo que hacemos o lo que vivimos-, para que ni siquiera nuestra conciencia se dé cuenta y nos denuncie, pidiéndonos la conversión.
Sin embargo, también hay algunos que han sido capaces de acogerlo. A cuantos lo acogen, les da la posibilidad de ser hijos de Dios, les da la fuerza de renovar su vida desde la raíz, desde un nuevo nacimiento; todo en la vida cobra un sentido nuevo, insospechado, distinto; todo en el mundo habla de Dios, de perdón, de amor, de entrega a pesar de las dificultades, del valor redentor hasta del absurdo de la cruz.
Nosotros, a pesar de nuestras limitaciones, estamos en este camino, avanzamos poco a poco hacia la luz que viene. La lectura de hoy, a pesar de ser realista y recordarnos que muchos no acogen a Jesús, también es esperanzada, porque el plan de Dios sigue adelante, en él no hay falsedades ni medias tintas. Si ha prometido venir a salvarnos, podemos tener la plena seguridad de que cumple su palabra. Por eso puede asegurarnos el evangelista que «la Palabra se ha hecho carne, y ha acampado entre nosotros», se ha hecho uno de nosotros, de nuestra misma pasta, y nos comprende porque comparte nuestras miserias y nuestras alegrías.
De todo esto es testigo Juan el Bautista, enviado por Dios para dar testimonio de esta Luz que viene a transformarnos, sin imponerse, que se ofrece para que la acojamos en libertad. El Bautista grita para que también nosotros, dos mil años después, oigamos su grito y nos unamos a él. El mundo sí tiene solución, lo nuevo ha comenzado, Dios ha puesto en marcha la renovación, la nueva creación. ¿Nos unimos a él?